Una mujer con fatiga de Zoom se toca la cabeza al tener que iniciar una videollamada

¿Sufres fatiga de Zoom? Aquí tienes las soluciones

Las plataformas de videollamadas ofrecen un servicio que se ha ido extendiendo en los últimos años. Presentan una tecnología fácil de usar, en muchos casos gratuita, y son herramientas esenciales para el trabajo remoto.

La funcionalidad que ofrecen también pero el aumento significativo de estas comunicaciones también produce la llamada fatiga de Zoom, un agotamiento por el uso excesivo de los encuentros virtuales.

Son plataformas que presentan funcionalidades fundamentales para la comunicación a distancia en diferentes ámbitos, como el teletrabajo, la educación y la interacción social.

El aumento de reuniones por videoconferencia por parte de empresas, instituciones, centros educativos y entre particulares comporta que sean herramientas de uso diario.

En un estudio realizado por Jeremy Bailenson, director fundador del Laboratorio Virtual de Interacción Humana de la Universidad de Standford, publicado en la revista Technology, Mind and Behavior señala como las videollamadas cuando se suceden en el tiempo provocan síntomas de cansancio entre los usuarios, examinando las consecuencias psicológicas de pasar horas en estos entornos tecnológicos.

La fatiga de Zoom lleva el nombre de una de estas plataformas, muy popular y hasta se dice la frase ‘hacer un Zoom’ a la acción de realizar una reunión virtual, aunque se utilice otro software.

En el estudio identifica 4 consecuencias de realizar estas comunicaciones y las soluciones para solventarlo.

Mirada demasiado cercana

En las videconferencias se produce un contacto visual que no es natural, como el tamaño de las caras y la mirada directa entre extraños a corta distancia.

Un ejemplo de comunicación no verbal en este sentido es el que se produce en un ascensor cuando coinciden varias personas que no se conocen. Para mucha gente estar a una distancia tan corta de extraños es una situación incómoda porque no tienen un espacio suficiente de intimidad.

Como consecuencia las miradas se apartan de los demás y se desvía hacia el suelo o uno de los lados para no tener contacto visual.

En las plataformas de video debes estar mirando a los ojos al resto de personas, algunas de las cuales o todas es posible que no conozcas. Además las caras se ven de cerca. El tamaño en la pantalla dependerá de las medidas del monitor, a que distancia te encuentres y como tengan puesta la configuración de imagen.

Si la conversación es uno a uno el tamaño de quien está delante es similar al de un rostro con el que mantienes una distancia interpersonal reservada a seres queridos, lo que puede resultar incómodo, porque una situación así en la vida real el cerebro lo interpreta a estar con una persona con una relación íntima o a un conflicto.

En el ejemplo anterior si en el ascensor te encuentras cerca de alguien, por lo que en tu campo de visión su cara es más grande, puedes solucionarlo mirando hacia otro lugar. Pero en una videoconferencia todos los participantes se están mirando fijamente y muestra tanto a las personas que hablan como las que no.

En una reunión en una sala física esta situación no ocurre, porque es muy extraño que todos los participantes se estén mirando fijamente y que un oyente mire a otro durante toda la duración del encuentro. La cantidad de contacto visual directo se ve multiplicado por el número de miembros que hay.

Lo normal es que las personas tengan la mirada puesta en el orador, además que mientras habla la desvíen para tomar notas o simplemente hacer cualquier otra cosa.

Como solución está el cambio de la interfaz de las herramientas, como quitar la opción de pantalla completa y reducir el tamaño de las ventanas.

Se produce una mayor carga cognitiva

En una conversación cara a cara realizas gestos y señales no verbales sin darte cuenta cuando estás hablando o escuchando a tu interlocutor. Se realiza de forma natural.

En cambio, cuando se trata de una videollamada la comunicación no verbal no es tan auténtica, porque te ves obligado a enviar señales intencionadamente para acompañar el discurso, tanto si hablas como si escuchas.

Se produce un comportamiento constante que no posee la misma naturalidad, porque además de estar pendiente del diálogo debes centrarse en aparecer en el campo de visión de la cámara, mirar directamente al objetivo en vez de a la persona que te estás dirigiendo y asentir de forma exagerada a lo que se está comentando para señalar que estás de acuerdo.

También realizas un esfuerzo para vocalizar. Las personas acostumbran a hablar más alto cuando se comunican por videollamada, con el efecto que supone para tu voz que se acumule durante la jornada laboral con el paso de los días y las semanas.

Las expresiones faciales no se perciben igual en video o simplemente no se pueden realizar como si estás físicamente en el mismo lugar. En una reunión puedes hacer movimientos de ojos o mirar de reojo con un sentido que a través de la pantalla lo pierde.

Los receptores reciben menos señales de las que atienden en conversaciones cara a cara. No se ven gestos del cuerpo, así como el movimiento de las manos si el encuadre es cerrado.

En las llamadas colectivas, sin video y con solo audio, en las conversaciones se pierden cosas y los turnos son más difíciles de controlar.

Para solucionar todos estos aspectos Bailenson valora apartarse de la visión de la cámara durante las reuniones en periodos prolongados. De esta manera se consigue no tener la tensión de estar activo gestualmente en todo momento. Cuando tienes que intervenir sí que se hace necesario la aparición en imagen.

Efecto espejo

Los software de videoconferencias tienen un panel en el monitor en el que ves tu propia cara en tiempo real.

El efecto de verse como en un espejo se ha estudiado durante décadas, con demostraciones que las personas son más propensas a autoevaluarse y ser críticas con ellas mismas cuando se ven en un espejo. Esta es una situación que puede ser estresante y tiene un efecto negativo.

Para remediarlo Bailenson recomienda que de manera predeterminada las herramientas no muestren la imagen de uno mismo cuando solo se necesita transmitirlo a los participantes del encuentro virtual. Pulsando ocultar vista propia es posible no ver tu propio rostro.

Reducción de la movilidad

El campo de visión de las cámaras marca como te ven los demás. Cuanto más te alejas el área que abarca es mayor. En una videollamada las personas se colocan lo suficientemente cerca para alcanzar el teclado, en una posición centrada, que te coloca en primer plano.

Los usuarios no se pueden mover para no salir fuera de plano y permanecen en el mismo lugar.

En una reunión presencial los participantes tienen mayor movilidad, porque no están tan atados como cuando debes estar enfrente del ordenador, sin la posibilidad de moverte para que se vea tu imagen.

En cambio, cuando el encuentro es en el mismo lugar, las personas se mueven, estiran, se acercan a la pizarra o van a buscar agua. Hay estudios que afirman que precisamente el movimiento hace que las reuniones tengan un mejor rendimiento.

En una llamada telefónica, con solo audio, las personas se mueven y hasta aprovechan para hacer otras actividades, desde caminar o cocinar a tener una conversación no verbal con la pareja.

Con esta realidad Bailenson entra a valorar porque se realizan videoconferencias que antes no requerían una reunión cara a cara o una sincrónica.

Una respuesta a este problema es tener una cámara que no sea la del mismo ordenador. Este dispositivo externo permite crear distancia y ampliar el plano. Permitirá tener más movilidad si es necesario levantarse.

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